LA VENGANZA
Desde este lado de la muerte, el tiempo pierde todo sentido, y en esta eternidad del instante, pareciera que nada me separa del momento en que mi enemigo entró a casa y su puñal artero encontró el centro de mi corazón.
Sin embargo, sé que para el mundo de los mortales el tiempo ha sido largo, y sólo ahora que la policía y su conciencia lo han dejado descansar, vuelve a entrar a mi casa para cumplir la misión de la primera vez.
Hubo un tiempo en que la amistad nos unió en la búsqueda de sueños y tesoros escondidos. Paradojalmente, aquel hallazgo se convirtió en la pesadilla de saber que no compartiríamos la otra mitad.
El llegó hasta mí a cobrar su presa cuando yo ya tenía la trampa lista. Debía encontrar el cofre después de algún esfuerzo. Todo demasiado fácil habría despertado las sospechas de su mirada perspicaz. De modo que lo encontró después de tirarlo todo, en aquel vértigo de pertenencias desbaratadas, no pensó más y lo abrió del modo incorrecto.
Los efluvios mortales que exhalaba aquella caja desde sus profundidades, aceleraron primero su corazón en un galope desenfrenado y después apretaron su garganta y sin el aire que alimentaba sus pulmones, el viaje a mi encuentro fue rápido. Yo había preparado la trampa a la espera de su llegada, sin sospechar que el también perseguía mi muerte; yo la buscaba de una manera más refinada, o quizás más cobarde, él actuó rápido y brutal.
El círculo del odio ya se ha cerrado. Ahora que me alejo de este mundo y mi alma lentamente se disuelve, pienso que puede haber otra muerte tras la muerte y este odio que nos une, seguirá buscándonos por la eternidad.
